Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos. Vivirás para siempre en nuestros corazones, Comandante Chávez!

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Se dice que el dolor que causa la pérdida de un ser querido no lo abandona a uno jamás. Y uno se pregunta, si en ello influye el recuerdo constante, el sentimiento y la añoranza. Lo difícil de escribir sobre la partida de nuestro padre Hugo Chávez, es que nunca se irá de este suelo, de los millones de corazones de su pueblo, del cielo, del agua y de las pupilas esperanzadas de nuestros 1680 alumnos internacionales.
Chávez es el corazón, la idea y el motor de este proyecto. Lo será por siempre, porque su sonrisa de soñador empedernido perfuma el aire de esta escuela, y es a su vez el paciente eternamente marginado y execrado de la sociedad capitalista, como también es el alumno de cualquier parte del mundo que comienza a entender al fin, que otro sistema, otro modo de vida es posible. Que hay esperanza, pero pasa por cambiar en favor de lo diverso, aceptarlo, humanizarse al extremo de aperturarse conceptual y espiritualmente a consolidar el destino en favor de los mas necesitados.
En esta hora aciaga, comparto mi dolor en una noche helada con la comunidad elamista. Decenas de idiomas y dialectos confluyen en una sola idea, que marca los rostros y los sentires. No se ha ido. Lo sentimos en cada aula, en cada camino, cada bandera. En todos los verdes del árbol que recibe a nuestros visitantes está Chávez. En las batas de médico, en la historia que rescató para nosotros y en los resortes que mueve, aún, con sus palabras. Sería pretencioso intentar hablar por toda mi Escuela. Pero sé que todos, coincidirían en esto: sin tu fuerza, sin tu osadía, no estuvieramos aquí. Y esa fuerza nos acompaña hoy más que nunca. Si en el cielo se lee, Comandante, quiero decirte en nombre de esta gran familia que tú fundaste: contra los opresores, con los oprimidos. Y la vida se nos irá en ello.
Seremos como Chávez!
Orlando Romero Harrington.

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